Rién y Karni caminaban tranquilamente por el sendero de la montaña que les conduciría a Duriel, donde empezarían a trabajar como caza recompensas. Pero entonces el cielo se tornó oscuro, las nubes taparon el sol y un fogonazo deslumbró el mundo. Tan pronto como sucedió desapareció.
- ¿Has visto eso? –preguntó el guerrero con gesto de asombro-
- Claro… esto no me gusta Rién, eso que ha pasado podría ser acto de la magia negra.
- Pero… han sido solo unos segundos. Un hechizo tarda más en ejecutarse, los hechiceros del ejército tardaban más en formularlos.
- No sé… pero esto me sigue oliendo raro.
Los dos personajes siguieron caminando, pero, de repente, el enano se paró.
- ¿Pasa algo Karni?
- Sí, nos están siguiendo. ¡Da la cara bastardo!
De repente algo empezó a moverse sobre la pared que limitaba el sendero. Una voz empezó a hablar.
- Vosotros, enano y humano. Seguir caminando, cuando lleguéis a la llanura nos encontraremos.
Karni no vaciló y siguió caminando.
- Karni… espera Karni ¿porque aceleras? Para y habla.
A pesar de que el enano estaba casi corriendo Rién podía fácilmente alcanzar el paso de esas cortas piernas.
- ¿No has oído? Lo que nos estaba siguiendo nos ha mandado parar en la llanura.
- ¿y?
- Quiere vernos, seguramente sea un asesino. Los dos tenemos mucho por lo que merecemos ser asesinados.
Siguieron caminando, pero Karni ya no pudo quitarse la preocupación de encima ¿y si Rouko había pedido su cabeza por traidor? ¿Y si habían mandado al ejercito del as de picas a por él? ¿Y si eran enanos buscando castigar a Karni por la muerte de alguien de su clan? Muchas dudas asaltaban la cabeza del guerrero.
No tardaron en llegar a una pendiente que descendía hacia una gran pradera presidida por un lago central de un agua muy cristalina. Si no hubiera sido por el hecho de que los seguían para, seguramente, darles muerte Rién se hubiera alegrado de poder refrescarse y beber. Pero lo que allí abajo se encontraba le era muy familiar a Rién, era el general del ejército del as de picas, era Althuriar.
- Karni espera -dijo el guerrero-.
- ¿Qué pasa?
- Ese es Althuriar, era mi general en el ejército de Rouko, seguramente quiera darme muerte por deshonrar al ejército.
- ¿y que me quieres decir con eso, que te deje matarlo a ti?
- No… él es demasiado fuerte.
- La fuerza se mide, en gran medida, por la concentración. Quiero decir, ese hombre es tan grande y musculoso como tú, pero tú eres más joven y pareces más ágil. Él lleva una armadura que dificulta sus movimientos, pero tiene más experiencia en el combate. Los dos lleváis dos martillos de peso parecido. La concentración es lo que decantará el combate. Si ese hombre ha venido a por ti… dale una razón para no volver a querer verte.
Las palabras del enano rebosaban sabiduría, y habían llegado hondo en Rién. El enano le daba mucha confianza, y si él decía que podía contra Althuriar, es que era posible.
Entonces bajaron la pendiente del camino, que llevaba a la llanura, pero el enano fue reduciendo el paso para hacer que fuera Rién quien tomara parte en lo que fuera que ese hombre iba a hacer, y quedarse él en un segundo plano. No le importaba el humano, no le hubiera importado que mataran al humano, pero no le gustaban las personas que no intentaban dar el máximo en batalla, por eso apoyo a Rién para que combatiera.
Fue poco a poco acercándose el guerrero al general, ya podía verse como la barba poblaba su cara, su pelo largo, liso y descuidado de color negro, sus ojos de un verde muy claro, casi amarillo, sus trabajados músculos. Rién no pudo evitar mirar el arma que portaba el general, era un martillo muy parecido al que tenía Rién, simplemente era una gran piedra encajada en el mango; pero el martillo de Althuriar estaba más desgastado, más marcado por la historia de guerras que había vivido.
- Rién… -dijo el general, fijando la mirada en los ojos de aquel que fue su soldado-
- Así me llaman. Dime… ¿Qué vienes a buscar? ¿eras tú el que estaba en siguiéndonos?
- Sí, yo os seguía. Veo que ahora viajas con razas inferiores, el señor Rouko no se puso muy contento cuando le dije que te marchaste.
- ¿Por qué? Muchos soldados se van del ejército.
- Pero tú… tú eras distinto Rién, tú eres un gran combatiente. Manejabas todas las armas, eras digno de observar en batalla.
- ¿Qué dices? –Rién no podía evitar sorprenderse de las palabras del general-
- Dime Rién… ¿te acuerdas de tu pasado? ¿recuerdas como eras y donde vivías antes de entrar en el ejército?
Esas palabras destrozaron por dentro a Rién, jamás se había parado a pensar en su pasado, en su infancia… ¿qué era lo que estaba pasando? ¿Qué era lo que el general sabía?
- Habla, -dijo el guerrero- habla Althuriar, dime lo que sabes ¿Por qué me haces estas preguntas?
- Rién, tu historia podría ser escrita como leyenda. Pero ahora jamás la veras en boca de un juglar. Rién… naciste ya en el ejército. Muchos dicen que eres hijo de Rouko, pero el mismo me lo negó. Tu padre era quien ocupaba antes mi puesto, tu madre era una de las mujeres favoritas de Rouko, entregada por una noche a tu padre como premio por la victoria en batalla. Pero eso no explica porque eres tan fuerte. El padre de tu padre era un Boxirus Rubenus, es esa raza de gigantes que habitan las tierras del sur. Tu padre está enterrado en el sur. La altura de tu padre era la de un gigante pero su cuerpo no era como el de estos, su cuerpo era humano, como el de su madre; la cual murió en el parto.
- ¿y que ha sido de mis padres? –dijo el guerrero impresionado ante semejantes noticias-
- Tu padre murió y yo pase a ocupar su puesto, tu madre fue asesinada por Rouko. Al nacer el gran señor oscuro vio tu fuerza y decidió entrenarte para ser una máquina de la batalla. Tu cuerpo y tu mente estaban moldeados a nuestra voluntad, eras el mejor soldado del ejército, hasta que estalló la mina de los enanos, y del golpe desapareció todo el trabajo que Rouko y yo habíamos hecho. Ya no eras un soldado, no pensabas como un soldado, eras uno de esos débiles que buscan la paz, no me obedeciste y decidimos echarte del ejército, no suponías una amenaza. Creíamos que nunca volveríamos a saber de ti, pero el señor oscuro ha visto el futuro en sueños. Ahora tengo que matarte para evitar que se cumpla. Mate a tu abuelo, mate a tu padre y te mato a ti. Soy el asesino de tu familia.
- ¿tú mataste a mi padre? ¿Por qué?
- Para quedarme con su puesto.
- ¿y a mi abuelo?
- Fue en la batalla contra su raza, maté a tu abuelo y rapté a tu padre.
Rién no sabía muy bien porque, ese hombre había asesinado a su familia, era normal que sintiera ira hacia él por eso, pero él nunca había oído hablar de su familia hasta ese día.
El guerrero miro hacia Karni, estaba sentado, esperaba un consejo del enano. Sabía que podía confiar en el enano, Rién había llegado a este mundo hacia poco tiempo, antes no era una persona, era una marioneta de Rouko, por eso confiaba en el enano, era la primera persona cuerda con la que había tratado. Karni estaba lejos, cerca del lago sentado en una roca. Un silencio tétrico cargaba el aire, y se pudieron oír las palabras del enano: “la familia es la familia”. Poco más le bastó al guerrero para decidirse a atacar.
- Althuriar, vienes a matarme, pero serás tú quien caiga. Mañana el sol se levantará rojo, porque tu sangre será derramada.
El general sacó su martillo firmemente con los dedos, Rién le imitó. Una batalla estaba a punto de estallar.
Fue Althuriar el primero en atacar, movía su martillo con destreza, Rién esquivó los golpes. El general aprovechaba la fuerza de cada golpe para lanzar el siguiente. Pronto el guerrero se vio obligado a contraatacar. Primero paró un golpe con la cabeza de su martillo, y aprovecho esa fuerza para lanzar el primer ataque, los martillos de los dos contendientes chocaron, la fuerza del golpe tiro al suelo a los dos hombres.
Se levantaron, no sin dificultad, y volvieron a la carga, esta vez con mas acierto. Althuriar golpeó a Rién en el brazo izquierdo, el golpé tiro al guerrero al suelo y le dejo el brazo magullado, pero según caia golpeó la pierna del general. Los martillazos dibujaban curvas en el aire con gran velocidad, pero cuendo el golpe no fallaba era parado por, con la ayuda del martillo, por el rival. Era un combate pesado, no era el mejor arma para batirse en un uno contra uno. El guerrero luchaba con un solo brazo, lo que reducia la fuerza de sus golpes. El general luchaba con una sola pierna sana, lo que disminuia la precison de sus golpes.
Los dos estaban ya muy cansados, su fuerza y técnica eran parejas, no había estrategia en el combate, dos golpes habían bastado para mermar, en gran medida, las fuerzas y confianza de los combatientes. Fue entonces cuendo el general, temiendo cansarse antes y perder, decidió hablar.
- ¡alto Rién! – el guerrero se detuvo y el general se arrodilló- el combate que quede en empate, déjame marchar.
Rién sabia que podía vencerle sin problema pero acepto la propuesta del general. Este recogió su martillo, se lo puso a la espalda y se marchó con paso torpe hacia la montaña que le llevaría de regreso a Qloseh.
Cuando el general se marchó Rién calló al suelo agotado, el brazo le dolia como nunca, fueron el dolor y el cansancio los que le hicieron perder el conocimiento.