lunes, 28 de febrero de 2011

AVERNO Capítulo 1

Capítulo 1
El ejército ya no precisa de tus servicios” pocas palabras más necesitó Rién para salir de la ciudadela, el guerrero era consciente de lo que pasaba, había traicionado a un superior, sabiendo lo que esto conllevaba. Lo próximo para él sería la muerte, sabía perfectamente que nada podría detener al ejército en su camino de llevar al poder al gran señor Rouko. Rouko era la mismísima encarnación del mal, es uno de los tres demonios, hijos de Lucifer, él es el señor del miedo y sus hermanos, Lurh y Cieh, eran los señores de las pesadillas y de la crueldad; respectivamente.
Rién no sabía qué hacer, acababa de ser expulsado del ejército y no tenía donde ir, al alistarte dejabas todo lo que tuvieras al señor Rouko. Maldijo el día en el que la idea de alistarse era buena, nada más llegar vio la cantidad de maldades que el señor podía hacer, atacaba para expandir su imperio, o; al menos, eso decía, Rién siempre creyó que era por diversión.
Su primera misión ronda todavía su cabeza. Tuvo que atacar un pequeño poblado y no dejar ni un superviviente… fue demasiado. Las fuerzas del mal cumplían las órdenes a la perfección, parecía que habían perdido todo rastro de sentimiento humano, acababan con vidas como el fuego acaba con los bosques, creyó que no podría soportarlo. Pero batalla tras batalla, muerte tras muerte, el guerrero iba convirtiéndose en uno de ellos, sus sentimientos desaparecían y el placer que sentía al matar crecía. Pero fue en una gran batalla contra el reino enano cuando Rién recuperó la cordura… en medio de la brutal batalla el guerrero pisó una mina colocada por los estrategas enanos. La mina no lo mató, pero quedó inconsciente.
Al despertar no sabía muy bien donde estaba, pero al poco rato recordó lo que había pasado, y al alzar sus ojos vio que estaba encerrado a la par que encadenado. Estaba encarcelado por asesino, y por servir al malvado, esos eran sus cargos, y estos cargos llevaban pena de muerte en el reino enano.
El día de su sacrificio lo recibió el mismísimo Tar, el rey enano, y no vio en el rostro del guerrero muestra alguna de la locura que esperaba encontrar en un siervo de Rouko. Y eso fue así porque en el tiempo que estuvo encerrado meditó, recordó y recapacitó sobre sus actos y supo que la muerte era la única forma de pagar.
Tar se dio cuenta, su inteligencia era tan superior a la de un humano medio que estos podrían confundirle con un brujo, el gran pilar del estudio de Tar era la psicología, esta ciencia le permitía llegar a controlar mentes y, por supuesto, a leerlas.
-          Acercarme al guerrero. –Ordenó el enano. Los curo enanos que sujetaban a Rién lo levantaron en volandas y lo lanzaron contra los pies del rey. Rién casi se desmaya en la caída, el Rey se levantó de su trono y el guerrero lo miró.
-          Mírame soldado ¿Qué te ha pasado? Dime… ¿te arrepientes de lo que has hecho?
-          Sí señor –logró contestar Rién, no sin gran esfuerzo.
-          Liberar a este hombre, su mente es fuerte y ya no está perturbada, el tiempo hará que pague por lo que ha hecho.
Esas palabras recorrieron la mente del guerrero durante todo su viaje de vuelta a la ciudadela de Rouko. Sabía que su mente jamás volvería a perturbarse, pero… ¿Qué haría ahora? No tenía casa, ni dinero. Solo estaba seguro de una cosa, aunque le llevara a la tumba. No iba a permitir ni una muerte más de Rouko, al menos, delante del guerrero.
Al entrar a la fortaleza vislumbró la maldad en ella. Las paredes de piedra negra se alzaban por todos lados, una niebla maligna cargaba el ambiente, no era fácil respirar. La gente que caminaba por aquellas calles se movía como zombis, parecían programados para servir a su señor, como una vez hizo Rién. Nunca se había fijado con tanto detalle en la ciudadela de Rouko.
Entró en el castillo de Rouko y noto el ambiente muy cargado, el olor a podredumbre casi le hace vomitar, caminó hasta su habitación, intentó pensar una forma de escapar del maligno… fue entonces cuando una mano golpeó la puerta
-          ¡Arriba soldado ¡Rouko nos necesita.
La voz que salía del otro lado de la puerta era la de su superior, el general Althuriar, apodado "Escombro".
 Escombro Althuriar fue uno de los más importantes héroes de guerra del ejército humano, tanto por tierra como por mar, todo el mundo había oído hablar de él y de su ferocidad en batalla. Si Rién no seguía sus órdenes sería un gran desprecio hacia el general y hacia el ejército y sería expulsado. Esa noche Rién no se levantaría de la cama.
A la mañana siguiente fue cuando escuchó esas maravillosas palabras “El ejército ya no precisa de tus servicios”. Ahora el guerrero se alejaba de la ciudadela pero no sin preocupaciones. La cabeza de los desertores, voluntarios o involuntarios, tenía precio y ahora el guerrero no tenía donde ir, ni que hacer, ni sustento que llevarse a la boca. Pero eso ahora no le importaba… era libre.

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